La madre sustituta.

Laura era una joven impresionantemente bella; joven y bella.

Vivía con sus padres y con sus hermanos, Laura era la mayor de 4 hermanos; todos con una belleza inexplicable. Laura tenía solo 24 años de edad, Leonor 20, Luis 12 y Leonardo 2.

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Nadie se explicaba por qué sus padres habían dejado pasar tanto tiempo para la concepción de su último hijo varón, evidentemente nadie se animaba a preguntar pero era una incógnita para la mayoría que se despertaba después de ver la belleza de cada uno. Teniendo hijos como ellos, la mayoría se apresuraría a tener muchos y armar la colección de bellezas dentro de la casa.

Laura había tenido una infancia sin eventualidades, nada fuera de lo común que se vive en estos días.

Cuando tenía apenas 10 años, su padre, Luis, había tenido que salir de viaje según lo que ella sabía. Lo que nunca supo fue que su padre había sido convocado, si puede llamársele así, por el ejército nacional para apoyar en la lucha contra el crimen organizado.

Luis había sido convocado por su historial laboral; había estudiado en una escuela militar con especialidad en inteligencia. Nunca había sido autor de ningún asesinato, había estado sentado frente a una computadora realizando análisis de ataque y tomando decisiones de inteligencia. Fue calificado como un hombre con coeficiente intelectual por arriba de lo normal, capaz de tomar decisiones por si solo y de tutorarse a sí mismo.

Había tenido junto con todos las mismas enseñanzas dentro del ejercito; lo habían ensenado a matar como a todos los demás pero nunca había tenido necesidad de entrar al campo de batalla, mucho menos de cometer algún asesinato, ni siquiera por ganar la guerra.

Después de 4 años Luis regreso a su casa con su familia, Laura, quien apenas contaba con 14 años no había entendido nada de lo que había pasado. Su familia ahora estaba completa y además, gozaban de un estándar económico por encima de lo normal; podía despilfarrar el dinero sin contemplaciones.

Los quince años de Laura fueron impresionantes, gastaron más de lo que una familia de nivel medio-bajo gasta en seis meses en alimentos y vestido para todos sus integrantes.

Laura creció como una niña malcriada, mimada y narcisista. Su padre siempre la llamo su princesa.

Hace dos años, Leonor, la hermana de Laura, conoció a un chico llamado Enrique. Después de un tiempo de cortejos y amabilidad innecesaria (creo yo) formalizaron una relación. No había ninguna clase de truculencia al respecto. Se respetaban y Enrique incluso llevaba una excelente relación con el resto de la familia de Leonor.

Laura incluso formaba parte del círculo cercano de ambos, acercándose cada vez más a la relación de su hermana con Enrique.

Leonor nunca sospecho nada de las actitudes de su hermana, por el contrario, la creía una buena y mejor amiga que solo se preocupaba por su bienestar. Laura por su parte tenía otras cosas en mente. Su personalidad narcisista la obligaba a pensar en que ella es la que debía vivir lo que su hermana estaba viviendo, al final de todo, ella había sido siempre la princesa del cuento y su fama no iba a pasar inadvertida por su hermana; a costa de lo que fuere.

El tiempo paso y Laura había perdido interés en robar el foco de atención de un extraño (Enrique) y del resto de su familia; al menos pensaba que lo había perdido cuando su hermana empezó a tener problemas con Enrique. Evidentemente no era problemas graves, mucho menos motivos para hacer de esa relación un capitulo olvidado del libro de sus vidas.

En esos momentos la cabeza de Laura era como un motor viejo, que se había quedado estancado en sus ideales y observando como la vida pasaba por sus ojos pero ella seguía creyendo que un príncipe azul vendría en un caballo por ella y la sacaría de la miserable vida que llevaba. De pronto el motor viejo encendió de nuevo, como hacer click en un interruptor de luz.

Era el momento de actuar. Vestida provocativa y presumiendo lo que el destino le había otorgado como cuerpo, empezó a seducir a Enrique. De una manera que pasaba desapercibido ante los ojos de la sociedad pero no ante los ojos de su hermana.

Una semana tardo en voltear los papeles, bastante tiempo creo yo con la increíble belleza que poseía.

Un día normal, sin eventualidades Enrique estaba en casa de la familia de Leonor, sentado en la estancia del jardín, esperando a que Leonor saliera a verse con él.

Laura acelero el paso y salió primero. Hola – fue lo único que dijo.

Enrique respondió el saludo y al voltear a verla sus ojos casi salían de sus cuencas; Laura vestida increíblemente provocadora, un traje de baño azul, aparentemente se disponía a darse un chapuzón en la alberca del jardín.

Traje de baño azul de dos piezas, increíblemente pequeñas. Arriba un pareo blanco, transparente con unas cuentas brillosas blancas sobre él, el cabello negro como una noche sin estrellas, suelto por debajo de los hombros.

Estos días de calor, ¿Quién pudiera juzgarla?

Se quitó el pareo que de todas maneras no cubría prácticamente nada de una manera provocadora, inclinándose hasta sus zapatos para desabotonarlos y viendo a Enrique de reojo. La reacción de Enrique no fue diferente a la de ningún otro.

Laura camino hacia él, lo beso en la mejilla repitiendo el saludo. No se despegó rápido de él, y él tampoco lo hizo.

¿Así es como te gusta el cabello? – Le pregunto pasando la punta de sus dedos sobre el cabello suelto.

Tartamudeando Enrique contesto – Si, así.

Y, ¿Te gusta cómo se me ve a mí? – Pregunto Laura de nuevo.

Enrique no contesto nada, solo la observaba y sudaba por dentro. Era más que evidente la intención de ambos en ese momento.

De manera súbita e impresionantemente rápido, sin avisar, Laura metió su mano en la entrepierna de Enrique.

¿Ya se te paró? – le pregunto sonriendo.

No fue necesaria la respuesta para lo que era evidente. En repuesta, se dieron un beso impresionante y apasionado. Como esos enamorados en el jugueteo previo a tener relaciones sexuales. Laura sonreía por dentro pero alargaba más cuanto podía el beso.

De pronto el cerrón de golpe de una puerta los separo. Leonor había presenciado el beso y había regresado al interior de su casa, con el corazón destrozado, incrédula de lo que acababa de presenciar y con la boca seca como el desierto en días soleados.

Enrique dio un salto fuera de la silla en la que estaba sentado, verde de metal, y corrió hacia Leonor.

Laura tomo asiento en la misma silla y se sonrió. Lo había logrado.

Enrique entro rápidamente seguido de Leonor y en la sala de su casa, lo único que podía ver era la espalda de Leonor, cruzada de brazos, inmóvil.

Déjame explicarte – le dijo.

No tienes nada que explicarme, por favor, vete. – Contesto Leonor.

Enrique emitía sonidos inentendibles, caminaba como un león recién capturado dentro de su jaula.

Solo vete – dijo Leonor.

En el instante en el que Enrique dejo la casa, Leonor salió al jardín, era hora de enfrentar a Laura.

Por supuesto, no era para menos, Leonor la insultaba cada vez más y su voz elevaba el tono cada vez más hasta el punto de los gritos; Laura solo reía, carcajadas sarcásticas salían de su boca. Como la que obtiene lo que busca y se  goza de ello.

Unos minutos habían pasado y Luis, el padre de ambas salió al jardín, alterado por los gritos y pregunto qué pasaba. Leonor entre lágrimas le explico lo que había presenciado hace unos minutos y reclamaba su lugar en esa situación. Laura solo reía.

Luis, en su coraje porque solo escuchaba las risas de Laura la tomo del brazo y bruscamente la trajo hacia él. -¿Qué te crees? ¿Por qué lo hiciste? ¿Eres estúpida? ¡Es tu hermana! – le gritaba.

Laura dio un jalón fuere de su propio brazo y se zafó de la mano juzgadora de su padre y lo golpeó en la cara. – No vas a decirme lo que puedo y no puedo hacer, además, ¿Qué te importa? – le grito de regreso.

En ese momento, Luis recordó en su cabeza el entrenamiento que había tenido muchos años atrás. Recordó como de un solo movimiento podía inmovilizarla, dejarla inconsciente e incluso hasta matarla.

No lo hizo, dejo que se terminara de soltar y la dejo ir.

Nunca hablaron de lo que paso, ni de la traición de Enrique, de la traición de Laura, o del golpe que le había dado a su propio padre al tratar de corregirla.

Laura, inicio una relación “formal” con Enrique, aunque por supuesto, no era bien recibido en su hogar y siempre sus citas tenían que ser fuera de ahí o donde nadie los viera.

Todo había seguido “normal”; parecía que el suceso había terminado y no había realizado repercusiones, al menos Leonor ya no hablaba de eso aunque en sus ojos aún se podría ver lo mucho que eso le había dolido, su hermana ya nunca volvería a ser lo mismo que era para ella.

Un día, caluroso y soleado, la madre de Laura había preparado un estofado bellísimo y estaban todos a la mesa.

Luis había empezado a comer como todos los demás, no antes de dar gracias a Dios por lo alimentos. De pronto, de un momento a otro Luis empezó a sentir un espesor raro en la comida, un sabor a fierro, un sabor muy seco y desagradable.

Lanzo el plato lejos de él y se levantó de la mesa sin dar ninguna explicación. Se fue a su habitación y se recostó en la cama.

Después de una hora aproximadamente, empezó a sudar, sudar mucho. Estaba acostado en su cama, tapado y con muchísimo frio. Ojeras pronunciadas y marcas de saliva seca en su boca.

Su esposa, apurada quiso llamar al doctor pero Luis se reusó; dijo que mejor esperaran más tiempo.

Luis supuso, en su cabeza, que la comida había estado envenenada.

Durante el paso de los días, Luis parecía estar dentro de un trance, nada de lo que nadie dijera lo podía convencer de que su familia no había tratado de envenenarlo y hacerlo morir. Nadie podía convencerlo de que nadie lo seguía y que nadie estaba pensando en entrar a robar a su casa.

Después de un mes aproximadamente, Luis hizo la instalación de un cable viejo y algo oxidado en el límite donde terminaba el portón de su garaje. Este mismo cable, estaba conectado a la luz y Luis alegaba que era para que cualquier ladrón se electrocutara antes de ingresar a robar a su casa.

El cable gris, estaba oxidado, viejo, corroído por el tiempo que había transcurrido antes de llegar a estar sobre el portón. Luis no tenía conocimientos como electricista, por lo que el cable no podía cumplir su cometido. Tampoco había nadie que pudiera convencerlo de que el cable era solo un esfuerzo inútil por mantener su casa a salvo. Parecía que alguien lo seguía todos los días y a toda hora de su vida.

En una ocasión, Luis recibió a Enrique en su casa, sin Laura presente. Empezó a contar con lujo de detalles como había sido que Laura lo había atacado a golpes.

Un día, sin motivos aparentes, Laura había empezado a golpearlo en la cara; él no había hecho nada más que solo tratar de cubrirse los golpes. Después Leonor, al ver que Laura no podía causarle ningún daño había empezado a golpearlo igual. Patadas y arañazos en todo el cuerpo había tenido como resultado el encuentro, además de insultos de todo tipo; ambas le habían hecho ver lo inútil que era y que había sido para ellas en todos estos años. También hacían alusión al por que su madre pensaba dejarlo y conseguirse otro, un hombre de verdad.

Mostraba cicatrices viejas que Enrique, aun sin conocimientos de medicina, podía deducir que eran cicatrices que habían estado ahí por años, los suficientes para transformar la cicatriz en algo solo superficial en la piel.

 Enrique no creyó absolutamente nada de lo que Luis le había comentado esa tarde pero sentía la necesidad de hacérselo saber a Laura. Cegado por su amor por ella, no recordaba que ella era la que había golpeado a su padre anteriormente y arruinado la relación de su hermana; su felicidad entre otras cosas.

Cuando se lo comento a Laura, esta empezó a llorar y a tratar, entre palabras de decirle que era lo que estaba ocurriendo dentro de su casa.

Laura le explico que su papa se encontraba mal de salud, que se estaba convirtiendo en un monstruo y que parecía que todo le irritaba. Le conto también que Luis había golpeado a su mama; alegando que ella tenía amantes y que sus propias hijas, Laura y Leonor eran quienes le llamaban a sus amantes para que fueran a su casa una vez que él estaba dormido. El aseguraba que su esposa tenía sexo con ellos en el pasillo de su ventana en son de burla.

Era por ello que Luis había dejado de dormir. Una prominentes ojeras en sus ojos lo demostraban, llevaba ya casi 3 días sin dormir una sola hora, y otros días más durmiendo solo 3 horas intercaladas entre el día completo.

Laura empezaba a hacerse cargo de sus hermanos pequeños, incluso de su hermana a quien se había esmerado tanto en arruinarle la vida.

Luis no dormía, su esposa se pasaba los días curándose de las golpizas que le daba su marido y el resto de sus hermanos, pues ahí, viviendo día a día con el temor de que pudiera pasar un día de estos.

Después de un tiempo, Luis accedió a visitar un psicólogo. Este mismo se quedó sorprendido de la situación médica de Luis y lo re direccionó con un psiquiatra, un colega.

Empezó a tomar la terapia pero se reusó a toda costa a tomar los medicamentos; incluso alegaba que el doctor quería medicarlo para dormirlo y entonces tener el campo libre para tener sexo con su esposa, la madre de Laura.

El doctor hizo una cita con la madre de los niños para hablar sobre la situación de Luis; la señora había generado un trauma psicológico de dependencia hacia el por lo que no podía asistir sola a la cita, ni de broma. Laura fue con ella.

El diagnóstico del psiquiatra no fue para nada bueno.

Luis fue diagnosticado con TEPT, trastorno de estrés postraumático. En sus años recluido por el ejército, había sido participe presencial de muchos asesinatos, había sido también víctima de abuso sexual y físico a sobremanera de parte de hombres y mujeres.

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Tenía lapsos de esquizofrenia paranoide cada vez más frecuentes. Todo esto había sido reactivado por la cachetada que le dio Laura, cuando le reclamo por haber arruinado la relación de Leonor.

Las recomendaciones del psiquiatra fueron recluirlo lo más pronto posible en un hospital psiquiátrico al considerársele como un peligro potencial para la vida de su familia.

Laura y su madre sabían que iba a ser imposible poder seguir con las indicaciones del psiquiatra; la única preocupación de su madre era que iba a ser de sus hijos si le pasaba algo a ella.

Lloro histérica al salir del consultorio, se desvaneció en el piso mientras los autos seguían circulando en la calle de junto. Laura, guardando todas las lágrimas que podía haber llorado, solo la levanto y le dijo que a sus hermanos nada les iba a pasar; que ella los iba a cuidar por sobre de quien fuera y que nada ni nadie los iba a poder tocar.

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De todas maneras, ya hacia un tiempo atrás que Laura se hacía cargo de ellos. Honestamente nada les había faltado por este tiempo, su dedicación desmedida había impedido que sintieran la ausencia de sus padres.

Regresaron a su casa e hicieron como si nada hubiera pasado; no comentaron nada del diagnóstico a Luis, parecía ser mejor así.

Los días pasaron y no había novedades, al menos no malas.

Luis seguía ojeroso, seguía revisando su cable alrededor del garaje todos los días, seguía sin comer nada de lo que fuera cocinado por alguien que no fuera él.

Hasta ese día.

Luis empezó a rociar la casa, completa, sin importar los muebles con cloro. Parecía poseído por alguna fuerza sobrenatural que lo obligaba a hacerlo. Nadie lo tomo en cuenta, sabían que si lo contradecían podían generar una situación mucho peor.

Después entro a su habitación, nadie lo molesto. Después de un momento, Laura empezó a sentir un olor extremadamente fuerte saliendo de la habitación; un olor a azufre, un olor indescriptible que nunca antes había sentido. Fue a ver qué era lo que pasaba o si su padre seguía por lo menos con vida; para su sorpresa, el olor provenía de una mezcla de cloro y amoniaco, de ese que es común en los hogares para su uso, aunque no debiera ser así.

Luis había mojado todo el suelo con cloro directo de la botella, seguido de amoniaco. Ambos químicos habían hecho reacción uno con el otro y soltaban un olor impresionante además de un vapor blanco. Para mayor sorpresa, Luis llevaba en brazos al Leonardo, el más pequeño de sus hijos.

Alegaba que lo hacía para romper la brujería que su mujer le estaba haciendo; reiteradamente decía que a su hijo y a él no los iba a dañar con sus hechizos.

Laura como un demonio salto sobre el para quitarle a Leonardo, Leo como ellos le decían, de los brazos. Una mezcla así podía matar a un niño pequeño en cuestión de minutos.

La esposa de Luis, parada inmóvil en la sala de la casa, presente pero ausente.

Eres una inútil – Laura le gritó

Luis se tranquilizó y salió de la habitación, Leonor limpio todo lo que Luis había hecho en esas horas. El otro de los hijos en la sala, jugando un video juego que Laura le había comprado.

Llego la noche y Laura, con el cabello negro, suelto pero desarreglado estaba en el jardín, con los pies arriba de la silla y las rodillas a la altura de la cara, pensando.

Sirvieron la cena, aunque Luis no comida de lo que habían cocinado para todos, si bebía su vaso de agua que siempre cargaba con él, un vaso de vidrio, largo como para whisky.

En un momento de la cena, Luis se levantó a la cocina y su esposa se levantó detrás de él. Laura, viendo para todos lados con la cara de desesperación y pelo desarreglado que la caracterizo durante los últimos meses, saco de su bolsa del pantalón una pastilla, una pastilla mitad naranja y mitad transparente y abrió el plástico, soltando el polvo blanco de su interior dentro del vaso con agua de Luis.

¿Qué es eso? – pregunto Leonor. Laura solo le hizo señales de mantenerse callada.

Era una pastilla para dormir, aparentemente inofensiva y solo para que Luis lograra concebir el sueño que había perdido hace un par de meses.

El resto de la cena paso sin eventualidades ni discusiones clásicas entre los padres.

Era hora de todos ir a la cama. Extrañamente los padres seguían durmiendo en la misma habitación, Luis decía que así podía mantenerla vigilada y que los hombres no podían tener sexo con ella mientras él estuviera presente.

La pastilla hizo su efecto y cayeron dormidos los dos. El reflejo de la luz a través de su cortina azul llevaba a los rostros de los dos. Parecía un sueño placentero y de esos que tienen los niños pequeños después de un largo día de actividad física.

De pronto, entre las sombras, con un camisón blanco y el pelo desarreglado estaba Laura; viéndolos dormir tranquilamente pero con planes en la mente de perturbar su sueño. Tenía un cuchillo en la mano.

Sin pensarlo dos veces, atravesó el cuello de Luis. Lo atravesó por completo y enseguida, hizo lo mismo con su madre.

Tenía que hacerlo así de rápido para evitar gritos y escándalo que despertara al resto de sus hermanos.

Después, para asegurarse que había cumplido con su cometido; lo acuchillo, 26 y 14 veces respectivamente. Una sonrisa tenue y sarcástica se dibujó en su cara.

Con un gran esfuerzo, los llevo de uno en uno al jardín; imagino el esfuerzo que debió ser cargar a su padre que era 2 veces más pesado que ella. Los lanzo a la alberca a los dos y tapo esta misma con la lona azul. Era una tapa eléctrica, solo con un botón hizo que la lona se extendiera por encima de la alberca. Su crimen había quedado guardado ahí.

Regreso al interior de su casa y al cuarto de sus hermanos, los despertó a todos y los abrazó juntos.

Ya todo se terminó, vamos a estar bien y yo los voy a cuidar. – les dijo.

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Al día siguiente el jardinero hizo el macabro descubrimiento de los cuerpos de Luis y su esposa. Naturalmente llamo a la policía.

Soy yo el psicoanalista forense asignado al caso de Laura.

Laura sufría de narcisismo patológico, además de un trastorno de megalomanía psicótico y había tomado el papel de madre para sus hermanos. Ella podía hacer todo lo necesario para cuidarlos, y, como buena madre, debía quitar de en medio a quienes ponían en riesgo la integridad de los hermanos; ahora sus hijos. Todos estos trastornos de la personalidad fueron herencia genética de su padre, Luis.

La alegué inimputable en el tribunal; incluso me habían informado que se acababa de desocupar una habitación en el pabellón de seguridad, el de María Liliana o Marilyn como la conocían, una psicótica que había sido declarada culpable de tres homicidios, había sido víctima de otro paciente llamado Mario un paciente de trastorno esquizotípico que alegaba haberla curado de “gusanos” al asesinarla y su habitación estaba ahora disponible.

El juzgado fallo que no era considerada como inimputable y tenía que cumplir con una condena de cadena perpetua al haber sido hallada culpable del crimen de homicidio múltiple con premeditación agravado por el lazo familiar.

Leonor cuida ahora de sus hermanos.

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FIN

 

John Winehouse

Foile a Deux.

Cuando de adolescente me preguntaban ¿Qué es lo que quieres estudiar de grande? Podía pensar en cualquier respuesta, en cualquier profesión, la mayoría me parecían similares. Si me hubieran preguntado específicamente si quería ser psicólogo, psiquiatra, psicoanalista o similares hubiera dicho que no, rotundamente.

Fui un adolescente normal, popular y no por presunción, pero bien parecido.

No hubiera imaginado estudiar algo así donde tuviera que escuchar cosas raras de las personas en lugar de ser parte solo de sus buenos momentos.

En fin, después de un curso de orientación vocacional, decidí que quería ser psiquiatra.

Le tome real amor a la profesión después de, a manera de ayudar, hicimos una visita a una Casa Hogar, no lejos de nuestra ciudad y pudimos analizar y diagnosticar ayuda específica a cada uno de los niños que se encontraban ahí en esos momentos.

El caso que me toco llevar directamente, era de un niño de 9 años, Manuel, había sufrido de violaciones por parte de toda su familia; tenia alteraciones motrices, incluso del habla.

Ese fue uno de los casos que más impacto me ha creado, tuve que ver la manera de entrar y retroceder hasta esos momentos para poder cubrirlos; no borrarlos, pero el paciente necesita pasar por encima de ellos si se espera una recuperación completa.

Fue impresionante ver como en niño, adolescente ya, había recuperado el habla en su totalidad; incluso sus habilidades motrices habían regresado a la normalidad. Cuando fui a su hogar, lo salude, corrió y me abrazo con tanta fuerza que dentro de mi dije “Esto es lo que quiero hacer el resto de mi vida”.

Nunca antes me había sentido tan útil.

Muchos años pasaron y ahora soy un psiquiatra reconocido que radica en el centro del país.

Ahora tengo varios pacientes, unos que son solo eventuales y otros los cuales son fijos; tan constantes como respirar.

Una de mis pacientes, Liliana; ella es el caso más complejo que tengo en estos momentos.

-Vamos Liliana, cuéntame.- Le dije.

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– Colega, yo también soy psicóloga; se perfectamente lo que pasa pero necesito la opinión experta de alguien que como yo, sabe de estos temas.

Últimamente, he tenido un sueño repetitivo, constante; cada que me dispongo a dormir, se perfectamente que esto va a volver a pasar.

En mis sueños un hombre aparece, siempre es el mismo, siempre tiene la misma expresión facial hacia mí. Una de estas veces apareció en mi sueño, me beso y me dijo que me amaba.

En mi último sueño, este mismo hombre apareció.

Yo estaba en mi habitación, ya sabe, haciendo lo que una hace. Acomodando la ropa de cama para cuando mi marido llegara a casa. Viendo una ropa y preparando todo porque me disponía a ducharme; igualmente para ponerme presentable cuando mi esposo regresara de trabajar. En este sueño, como en todos, no vi la cara de mi esposo. Nunca lo he visto en ningún sueno; sé que estoy casada y espero a mi esposo, pero no lo veo y tampoco lo recuerdo.

En ese sueño, preparaba la tina. Un largo baño de tina seria el remedio a esta rutina y estrés que había recolectado en el cuello.

Deje solamente abierta la llave caliente de la tina; el vapor empezó a levantarse a la misma velocidad a la que la tina empezaba a llenarse. Solo se escuchaba el chorro del agua cayendo dentro de la tina y sobre más agua.

El espejo que esta sobre el lavamanos, ya estaba empañado. Se veían gotas de agua ya formadas sobre el espejo, solo una había caído resbalando sobre el espejo y dejando ver el reflejo a través de esta línea delgada.

Levante mi mano y pase la palma por encima para dejarme ver mi cara en el reflejo, aun no sé por qué lo hice.

Me agache para sacarme los pantalones y al levantarme, en el espacio del espejo que yo había limpiado vi el reflejo de este hombre. Era muy raro no sé si pueda describirlo.

Tenía una sonrisa de esas que reflejan templanza, parecía invulnerable, como si fuera muy normal que estuviera ahí.

El cabello era ya escaso, se empezaba a ver el cuero cabelludo por debajo de esta; tenía el cabello negro, grueso, rebelde. Las cejas pobladas, los ojos profundos.

El labio superior delgado, en otro no tanto.

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Me vio fijamente a los ojos y sonrió. Grite.

Yo sabía que nadie podía ayudarme y sabiendo que solo estaban mis hijos en el cuarto conjunto, mejor me tranquilice. Deduje que esto había sido solo producto de mi imaginación y que el estrés se había reflejado en una forma humana de una persona inexistente.

Entre a la tina, abrí el jabón de burbujas y me recosté. Solté un suspiro cuando lo hice.

Tenía apenas cinco minutos dentro de la tina cuando empecé a escuchar ruidos; la cortina de la tina incluso se movió. Un movimiento brusco y repentino, de esos que no son posibles solo con una ventisca de aire.

Cuando esto paso, sentí como si un pie hubiera entrado en el agua; 5 segundos después el agua estaba helada, helada al punto de congelación.

Era físicamente imposible que algo así pasara. Por supuesto, si un salto enorme fuera de la tina mientras temblaba de frio. Sentí que se me congelaban las piernas, los brazos.

Tome inmediatamente la toalla para secarme el agua helada y cubrirme con ella. Enderece la mirada y ahí estaba otra vez. ¡El mismo hombre! Esta vez parado en la puerta.

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Tenía la misma expresión de siempre, tan invulnerable que parecía terrorífica.

Tome un buche de aire cuando quise gritar, se me olvido volver a respirar del miedo.

El tipo abrió la puerta, me señaló el camino hacia afuera y salió. Salí del baño, pensé que eso era lo que quería y acerté.

Volvió a manifestarse en la puerta de la habitación de mis hijos.

Tengo dos hijos y los soné como son en realidad, mi primogénito, un hermoso varón de nombre Alan y una hermosa niña, más pequeña llamada Anahí.

Alan tiene 6 años, Anahí  4.

La habitación de ellos dos es como si fuera un ático, por lo menos tiene una ventana como los áticos. Grande, redondeada de la parte superior; abre por el centro en dos ventanas que se abren hacia adentro, ninguna otra protección.

Cuando abrí la puerta y entre, vi lo más terrorífico que algún día me pudo pasar por la mente.

Mis hijos, Alan y Anahí estaban con la ventana abierta, parados en ella, viendo hacia afuera.

Grité, grité como no pensé que mis pulmones lo lograran.

Cuando elevé mi grito mis dos hijos voltearon a verme; Alan sonrió. Al mismo tiempo que me sonreía ponía su manita sobre la espalda de Anahí. -¡Vuela! – le dijo y la empujo hacia afuera.

Mi corazón se fue por esa ventana. Como si hubieran arrancado violentamente una parte de mi cuerpo, sin piedad.

Corrí y cargue a Alan para quitarlo de la ventana, me asomé y pude ver a Anahí, su cuerpecito en el suelo del porche. Su cabeza hacia un lado, el contrario cuerpo ensangrentado e inmóvil.

Sin duda había muerto. Llevaba puesto su vestido blanco, con los zapatitos que hacían juego con él.

Me gustaba verla vestida así, parecía un ángel llegado del cielo. Ahora sería un ángel, llegando al cielo.

Tome a Alan con todas mis fuerzas y preguntaba de manera repetida ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué lo hiciste? Mientras lloraba.

No me respondía nada, solo se quedaba ahí entre los brazos de una madre histérica.

Con Alan entre los brazos enderezaba la mirada, tratando de encontrar escrita en alguna pared la respuesta. Así nos pasa a todos en un caso de estrés de ese tipo, rodeamos nuestro entorno con miradas perdidas, tratando de que algo de esto tome sentido.

Y de pronto, en la puerta de la habitación estaba ese mismo hombre. Viéndome, sus ojos tan negros como la noche sin estrellas y su sonrisa tenebrosa.

Desperté dentro de un grito ensordecedor y empapada en sudor. Había sido un sueño, y todo estaba aparentemente normal.

Fui a la habitación de mis hijos y aun dormían. Tapados con su cobija celeste, unos pocos rayos de luz alumbraban sus rostros.

Sonreí al verlos. Se veían tan hermosos, tan angelicales, tan inocentes.

Me dirigí primero a terminar de abrir las cortinas, era hora de inicial el día y disfrutar de la vida que ya no tenían en mi sueño.

Abrí las cortinas y dije en voz alta “Buenos días, angelitos”. Anahí fue la primera en abrir los ojos.

Volteo a verme y me sonrió. – Mi ángel, como te amo. – Le dije.

Me sonrió y tome asiento en la esquina de su cama, la abrace fuertemente y empecé a pasar mis dedos sobre los risos de su cabellera, quitándolo de su frente y sonriéndole de regreso.

-Piensa, ¿Qué se te apetece hacer hoy? – le dije. Respondió que quería desayunar hot cakes de chocolate, quería que nos fuéramos por la tarde al parque, que le comprara un helado y un globo. Le sonreí y le dije “Por supuesto, mi ángel. Despierta a tu hermano”.

– Alan, ¡Alan!, Alan despierta. – le dijo

Alan no reaccionó.

Me asuste y brinque literalmente al otro lado de la cama. Lo moví desesperadamente repitiendo su nombre.

Vi que no despertaba y lo volteé hacia mí.

Escucha al mismo tiempo que volteé su cara un grito que nunca jamás olvidare y podre borrar de mi cabeza. Anahí grito como si la vida se le saliera por los poros.

Alan estaba muerto, frio. El rededor de su boca estaba verde, casi morado, como un moretón en la cara. Saliva espumosa y rastros secos por doquier. Lo agite tan fuerte como pude, incluso le di un golpe esperando que con este reaccionara.

Lo cargue en mis brazos y lo saque de la cama. Le grite a Anahí las únicas palabras que pude – ¡Corre!- y salimos corriendo al coche.

Subí a Alan en la parte de atrás del auto, acostado, esperando que reaccionara en algún momento. Anahí subió de copiloto y rápidamente abrocho el cinturón de seguridad.

Me había tomado mucho tiempo ensenarles que debían usarlo siempre, bajo cualquier circunstancia.

Las llantas de mi auto gris patinaron al salir del porche y giraban a toda velocidad por las calles que separaban a mi hogar del hospital más cercano.

Entre por la parte de Emergencias, cargue a Alan y Anahí me seguía; entre gritando ¡Ayúdenme! y enseguida hubo respuesta a mis suplicas.

Pasaron varios minutos, los más largos de mi vida.

Me senté en la sala de espera, con Anahí en mis piernas. Trate lo más que pude mantenerme en calma para no manchar la integridad de mi hija menor y que supiera que su hermano, estaría bien.

Cuando este tiempo termino, un doctor salió y dijo en voz alta – ¡Liliana!, pase por favor.

Tome a mi hija de la mano y entre a un espacio del hospital en donde estaba el doctor.

-Lamento mucho su perdida, señora. No pudimos hacer nada – me dijo. La muerte de Alan fue provocada por asfixia, el niño presenta envenenamiento y mayormente anticoagulantes lo que provocaron una hemorragia interna. Lo que determino su muerte fue un compuesto 1080; este le provoco náuseas y vomito; lo que dormido le provoco que se bronco aspirara y falleciera. No se ha podido dictaminar la hora de su muerte pero por la naturaleza de la misma, debemos dar parte a la policía.

Sentí en esos momentos una mezcla de sensaciones dentro de mí, había perdido a mi primogénito aparentemente envenenado.

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Anahí lloraba y yo gritaba del dolor, cuando enderece la mirada hacia el doctor quien atrás tenía unas persianas blancas, largas, muy largas; vi al mismo hombre a espaldas del doctor. Me sonrió. Me sonreía igual que siempre, con esos ojos negros y profundos que parecen hablar por sí mismos.

Desperté. – Dijo Liliana.

Aparentemente había estado en un sueño dentro del mismo sueño.

-Es difícil definir qué es lo que significa esto, Liliana. – Le dije – Cuéntame más.

– Yo he pensado después de esto que ese hombre está tratando de darme consejos, de decirme que debo de poner atención especial en mis hijos y me ha demostrado a los peligros que están expuestos todos los días de su vida. Ha puesto muy claro cómo pueden estar en peligro haciendo las actividades más sencillas sin supervisión mía.

Nada de esto me había puesto a pensar tanto, doctor, hasta que varias de mis pacientes me han dicho que han sonado lo mismo que yo; o bueno, por lo menos al mismo hombre.

Tres de mis pacientes me han dicho que lo han sonado, que ha sido en situaciones de extremo riesgo y muertes donde lo han visto. Nunca ha sido este hombre el autor de algún homicidio, pero siempre ha estado presente como en mis sueños.

¿Qué tengo doctor? Empiezo a preocuparme –Liliana me contaba.

-No pudiera definirlo ahora, Liliana. Hemos terminado la consulta de hoy. – Le dije.

Me puse de pie y salí de la habitación en donde me estaba contando su historia. Tome un pasillo largo que me llevaría a la salida.

Al final de este pasillo, una reja con barrotes anchos, negros y fríos; del otro lado un policía que me dijo –¿Ha terminado doctor?, al mismo tiempo que abría la reja para que yo pudiera salir.

Salí de ahí pensando que era lo que pasaba con esta mujer, ¿para que se le presentara en sus sueños ese hombre y si era posible que Liliana ahora tuviera otra encomienda?

Han pasado varios meses ya. Sigo pensando en que es lo que pasa con Liliana.

Ya lo descubrí.

Soy un psiquiatra haciendo trabajo voluntario en un hospital psiquiátrico para pacientes que cumplen condena en la cárcel.

Liliana, mi paciente; no era una psicóloga, mucho menos terapeuta.

Liliana fue recluida en un hospital psiquiátrico por el resto de su vida; acusada de homicidio múltiple agravado por el lazo familiar.

Liliana ha cometido su primer homicidio con su esposo, Ernesto. Lo ha acuchillado mientras dormía, la policía calcula que fueron las primeras puñaladas las que ocasionaron su muerte, pero son 54 las encontradas en su cuerpo. La policía lo encontró recostado en su cama, le habían arrancado cabello en señal de lucha y sus ojos, negros como la noche, se encontraban todavía abiertos. Pareciera que tenía en ellos grabada la imagen de su asesina.

El segundo homicidio fue a su hija, la menor, Anahí fue encontrada en el porche de su casa, muerta. Llevaba puesto un vestido blanco, su madre, Liliana, la había lanzado de la ventana de su ático condenándola a morir de la caída. Anahí tenía también los ojos abiertos cuando fue encontrada.

Su tercer homicidio, aparentemente el más premeditado fue el de su hijo Alan; el infante fue obligado a comer veneno para ratas. Parece ser que era un veneno común y corriente, obligado a comer una enorme cantidad del mismo lo que lo hizo sufrir de convulsiones, fiebres y al final morir de asfixia.

Sus sueños, encerrada en un hospital psiquiátrico para el resto de sus días, eran un reflejo de su psicosis.

Lo último que supe de Liliana, o María Liliana como era su nombre completo, murió a manos de un paciente del mismo hospital llamado Mario, sufría de un trastorno esquizotípico y alegaba haberla curado de “gusanos”.

Ahora estoy sentado en un consultorio dentro del mismo hospital; yo soy el paciente.

Mi psiquiatra se ha salido de la habitación y ha dejado sus notas a mi alcance; yo nunca hice eso con mis pacientes.

De reojo, veo que dice Liliana –Inductor, foile a deux.

Sufro de un trastorno de psicosis compartido, Liliana ha sido mi inspiración. Sé que estoy mal, pero no puedo dejar de ver el mismo rostro de ese hombre de hermosos ojos que se presenta, incluso cuando estoy despierto y a la espera de indicaciones.

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FIN.

John Winehouse

Las Voces.

 

Todo comenzó en un día normal, común y corriente; eso creo, aunque no recuerdo ninguno anterior a ese.

Mi despertador sonó cuando el sol apenas hacia sonidos de estruendo entre las nubes, queriendo asomarse por las rendijas libres entre los espacios del cielo, hacía apenas las primeras apariciones de su aura por las ventanas, las aves comenzaban a emitir los primeros sonidos y apenas empezaban a crearse algunos ruidos de autos por la calle.

No tengo ganas de salir ni hacer absolutamente nada. No sé qué me pasa. Prendí mi ordenador y me dispuse a escribir.

Letras, palabras y paginas pasan, muchas, más que las que de costumbre logro escribir; parece ser que hoy amanecí con más imaginación y energía que el resto de los días. Mi síndrome de escritor ha desaparecido, por lo menos por hoy.

Lo único que logro escuchar es Morceaux de fantasie en mi playlist, entre escucho el sonido de las teclas a ser presionadas con la punta de mis dedos, no pongo atención a eso. Ese sabor amargo de café y cigarrillo, mentolado; aunque para muchas personas son “cigarros para después de fumar”, siempre he sentido gusto por ellos, me parece que el sabor a explosión de menta en el oscuro y escondido sabor de tabaco, lo transforma en una mezcla indistinta entre en bien y el mal, como yo mismo.

Disfrutaba el sabor en mi boca, sentía que mis dedos se movían cada vez más rápido, no podía parar. Y no paré.

Por suerte, nadie toco mi puerta; nadie interrumpió mi inspiración, que más bien parecía un trance.

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En esos momentos, cuando te das cuenta que nadie interrumpe tus momentos, cualesquiera, piensas como es que puedes pasar desapercibido en la vida de las personas que te rodean.

¿Y si tu coche, contigo adentro cae en un barranco? ¿Y si comiendo, pierdes la habilidad de respirar como esas veces que la propia saliva lo provoca? ¿Quién se daría cuenta? ¿Quién lo notaria antes de que el cuerpo comience a descomponerse por dentro, expidiendo ese olor fétido característico de la carne en descomposición? ¿O seria hasta que ese olor se expanda que alguien pudiera notarlo? Y ¿Qué pasaría? ¿Las personas vestirían de negro y visitarían ese, el que va a ser tu último espacio?

Me pregunto ¿Cómo se verá el mundo desde adentro de un ataúd?

En fin. Estoy por terminar, las letras se empiezan a escribir más rápido; como esas veces en donde tienes la idea lista y quieres terminar de decirla rápido antes de que pudiera olvidarse o modificarse al pensarlo dos veces.

400 hojas escritas, 10 de la noche. Terminé. El sol había hecho su visita diaria por la casa, estragos en la comida que había dejado desde el día anterior en la mesa del antecomedor. Siempre olvido ese tipo de detalles, no me parecen importantes hasta que expiden el olor fétido de descomposición, mismo que un día fuera el mismo olor que alertaría a las personas que me rodean de que estoy muerto, descompuesto.

 Había calentado las paredes y ya se habían enfriado nuevamente y yo no lo había notado, seguía sentado frente al ordenador, pensando en cómo era que había escrito todo eso, después de haber sufrido tanto.

Muchas personas hacen de su sufrimiento su fuente de inspiración, yo no.  No podía hacer de mi sufrimiento la fuente de mi inspiración cuando cometí la mayor parte de las atrocidades que soy capaz de hacer, no quería recordarlo.

Era hora de olvidar, de comer algo al fin y de dejar el escrito, mismo que había de repasar otro día.

Guarde el escrito en una carpeta del escritorio del ordenador, se llamaba Marily, no contenía nada. Era una de esas carpetas que estaba planificando llenar con algún escrito, algún día.

Hice 2 copias de seguridad. Se llamaban “Las voces” y “El sueño”; pero el escrito era exactamente el mismo, supongo que aún no sabía de qué manera titularlo.

Antes de despegarme por fin del ordenador, viendo, pero no queriendo ver, observe fijamente las demás carpetas que se encontraban en el escritorio. El pulsor parpadeaba y cada vez me decía “Ábrelas, recuérdalo”.

¡No! – grité.

Me mantuve observándolas inmóvil, repasaba una y otra vez los nombres de las otras tres carpetas que estaban en el escritorio. El pulsor parecía hacer un sonido al parpadear; no sé por qué parpadeaba, lo hacía de manera intermitente el parpadear y el repetir “Ábrelas, recuérdalo”.

Las carpetas se llamaban Roberto, Andrés, Carlos y ahora la nueva Maryli.

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Me resistí, golpee el teclado del ordenador varias veces, grite ¡No! Hasta el cansancio, al final, solo me agarre la cabeza y puse los codos sobre la mesa, pensando en que debía revisarlas nuevamente. Hace ya varios años que no recuerdo que contienen exactamente.

No fui tan fuerte, las manos me temblaban y se mojaban de sudor. Parecía que tuvieran vida, que eran un trozo de queso arriba de una trampa para ratones, pero que los jala hacia ella, los jala a morir y uno no puede resistirse; al final quedan ahí, entre vivos y muertos a la vez, atrapados del cuello, viendo la vida pasar y empezando a descomponerse, aún vivos.

Abrí la carpeta de Andrés. El ratón del ordenador estaba mojado, mi mano sudaba, mi frente también.

En la carpeta había varios archivos, muchos, ninguno visible sin antes abrirlo.

Comencé por el del tope izquierdo.

Era una historia titulada “Lo mejor de mi vida”; empecé a leer un par de líneas, sonreír. Hace mucho tiempo que no sonreía, me sentó bien.

El pulsor dejo de temblar, deje de mojar el mouse con mi mano sudorosa; parecía que todo mi nerviosismo estaba mal infundado, lo abrí y nada paso.

Dirigí el pulsor hasta la izquierda, justo donde puedes bajar y ver las demás hojas del escrito. Comencé a leer frases en mayúsculas como “DEJAME” “NO, POR FAVOR NO” “¿QUE HICE?”

No pude detenerme a leer; mi cabeza empezó a dar vueltas de nuevo, comencé a sudar pero ahora por todo el cuerpo, comencé a alterarme y sentí, como si mis pies tuvieran una descarga eléctrica que me obligaba a pararme de la silla.

Encorvado frente al ordenador, no pude alejarme.

Tome el ratón de nuevo y empecé a merodear por la carpeta; archivos, la mayoría de escritos en páginas de Word, algunos otras notas de texto que incluían links de páginas de internet, nada me decía nada; estaba tan confundido como un perro al que sacas de la perrera después de haber estado toda su vida ahí y lo instalas en tu casa. Se siente seguro, pero no en paz. Todo le parece extraño en su propia casa, cualquier cosa es un potencial peligro. Está acostumbrado a eso.

De pronto vi un archivo en JPG, fotografía, no tenía idea de que era, tal vez si la abría, sabría de qué es la carpeta, cuándo y por qué la cree; solo tal vez eran solo recuerdos de mi infancia, o de alguien más.

La abrí, aunque hasta hoy no sé por qué lo hice.

Fue el momento más horroroso de mi vida; un adolescente, Andrés, decapitado.

Era una foto terriblemente morbosa, el cuerpo y la cabeza de Andrés estaba tendido sobre una cama; las cobijas celestes arrugadas como señal de aparente lucha; manchadas en sangre.

El cuerpo de Andrés estaba en la misma posición en la que uno duerme, si uno duerme con el pecho hacia arriba. Lo hombros llegaban hasta debajo de la almohada, acomodado de ahí de forma intencional; desnudo, con manchas de tierra y lodo, lodo generado con tierra y sangre, si algo faltaba era agua.

Su cabeza estaba sobre la almohada, no se había llevado su asesinato ahí; su asesino lo había acomodado de esa manera. Con los ojos todavía abiertos.

Puse las manos sobre mis ojos, estos se pusieron rojos, al borde del llanto. Mi respiración se aceleró y mi corazón dos veces más.

No entendía nada, no sabía por qué estaba eso ahí; si había sido yo quien las había puesto ahí, ¿Por qué lo había hecho?

Camine en círculos tratando de encontrarle por algún lado sentido a las cosas. Lloraba y agarraba mi cabeza con fuerza, como cuidando su superficie que no explotara.

Regrese al ordenador, algo había ahí que me explicaría las cosas, confié.

Cerré todo lo que veía, no podía verlo más.

Abrí la carpeta de Roberto, esta vez no quise leer nada, buscar nada ni abrir nada que no fuera un archivo JPG; tenía que confirmar lo que pasaba por mi cabeza como una sospecha pero que me negaba a aceptar.

Tome el ratón y con el pulsor nuevamente viaje hasta el final de la página que enlistaba los archivos; como cumplimiento  a mis deseos, estaba también un archivo en JPG al final que me decidí a abrir.

Ahora que lo pienso, la verdad esperaba encontrar una imagen nada perturbadora, tal vez de Roberto disfrutando de un día de campo. Tal vez solo quería ver una foto en donde nos encontráramos en el porche de mi casa, jugando baloncesto, abrazados y sonriendo a la cámara. Muy adentro de mi eso era lo que esperaba.

Mi desilusión fue encontrar otra fotografía, ahora un hombre joven, muerto igualmente.

Esta vez la posición era igual o más perturbadora. El cuerpo de Roberto sentado en una silla, con una mesa enfrente; desnudo igualmente, lleno de su propia sangre y formaciones de lodo en su cuerpo, señal de lucha, indudablemente. Sus codos estaban sobre la mesa y los brazos hacia enfrente; en las manos, su propia cabeza, con los ojos abiertos.

Grite; esta vez no pude contenerme más. Llore como un histérico y di dos pasos atrás; ¿Por qué estoy viendo esto? – pensé.

¿Por qué estaban estos archivos en mi ordenador? ¿Qué había en ellos que debería saber? ¿Qué clase de broma psicótica es esta?

Corrí hasta la ventana, encendí otro cigarrillo; las manos al sostenerlo para prenderlo me temblaban como si el suelo se moviera. Le di una fuerte bocanada y me agarre la sien, preguntándome una y otra vez de que se trataba esto. Mis dedos parecían tener vida propia y danzaban con los sonidos de la noche. Mis piernas flaqueaban, empecé a sentir como una nube de neblina rodeaba mi cabeza, mis ojos dejaron de poder percibir todo lo que había en la calle y se podía ver desde la ventana.

Estoy quedándome ciego – pensé. Tal vez es el momento de morir y es ese el mensaje de las fotos.

Me hice mil preguntas, a ninguna le encontré respuesta.

Lo único que hacia sentido en mi cabeza es que tal vez, solo tal vez era el momento de morir. En las fotos los vi en posiciones regulares, que uno hace cuando está vivo pero ellos, ya se estaban descomponiendo lentamente.

¿Y si lo mismo pasa conmigo? ¿Y si estoy descomponiéndome y no me he dado cuenta?

Me hacía sentido. De pronto empecé a sentirme podrido, sentía dentro de mí, en mi cabeza; sentía como los gusanos del tiempo me comían la carne, debajo de la piel casi llegando a hueso.

Me vi las manos, vi como sudaban, mi playera empapada de sudor; la playera blanca con el nombre de una playa que algún día había comprado de recuerdo.

Ahora se veía mojada, como si hubiera por accidente caído dentro de la ducha, con la regadera abierta.

Pensaba que el sudor era los restos que los gusanos iban dejando al comer mi carne; comenzaba a apestar, a apestar toda la habitación con el olor a carne podrida, mi carne podrida.

Empecé a llorar y a gritar, quería sacarme la piel, sacar a los gusanos que ya estaban llegando a mis huesos. Me veía los brazos y esperaba ver como ya se veía el hueso en mis antebrazos.

¡Sigo vivo! ¡No pueden comerme aun! – le gritaba a los gusanos.

No sabía qué hacer, a donde correr, no tenía a nadie que se importara por mí. ¿Por qué? ¿En qué momento me convertí en este monstro solitario?

Me hiperventilaba, corría de lado a lado y sudaba prominentemente; ¡déjenme, váyanse!

En mi desesperación arranque mi ropa de mi cuerpo; ahora que lo recuerdo, hubiera deseado no romper esa playera, guardaba buenos recuerdos de ella. El pijama que no me había molestado en quitarme en todo el día, estaba también tirada ahora en el suelo junto conmigo.

Ahí estaba yo, tirado en el suelo frio de madera que adornaba mi casa. Acurrucado en posición fetal sin saber que me pasaba y los gusanos, comiéndome mientras no me quedaba de otra que se un espectador.

Volteé la cabeza y vi las pijamas en el suelo, azules, con rayas negras. De esas que conservan el calor y mi ropa interior dentro de ellas, encima, la playera rota.

Me les quede viendo fijamente, pero no observando nada; me preguntaba por qué estaba así, porque tenía que pasar por esto, que significaba y pedía ayuda, a quien pudiera escuchar mis pensamientos.

De pronto, como un espectro que entro por mis pies y recorrió mi cuerpo desnudo, sudado y frio me incorpore; me sacudí la cabeza y dije  -Tengo que poder con esto, salgan de mi cuerpo.

Camine rumbo al baño de mi casa, 30 segundos que parecían no terminar; el dolor de los gusanos comiéndote es impresionante, por ello a los humanos se los comen cuando ya están muertos, para no tener que pasar por la tortura que yo estaba pasando.

Y ahí estoy, completamente desnudo en dentro del baño mirándome la cara en el espejo encima del lava manos; preguntándole a la vida por qué cree que yo merezco esto.

Como una reacción súbita, sin sentido aunque sí mucho para mí en ese momento; tome una navaja de un filo.

Es suficiente, me los voy a sacar – le dije a los gusanos.

Tome la navaja con mi mano derecha, no corte inmediatamente, primero me asegure de tenerla tomada de la manera correcta por mi mano para no soltarla a medio corte, estaba dispuesto a sacarlos de mí.

La punta superior entro en mi carne, empezando por la muñeca del brazo izquierdo; con una superficie tal afilada, es gracioso cortar carne humana. Es como un cuchillo en la mantequilla, una cuchara en una gelatina de fresa.

Sentí dolor, pero estaba dispuesto a no dejar que me comieran, no mientras siguiera vivo.

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Hice el corte hasta el codo, profunda, casi de la profundidad de lo que tiene la navaja de longitud; podía ver mis huesos, pero ningún gusano.

Yo los sentía moverse, ¿Cómo era posible que se hubieran ocultado de mí y fueran a comerme otra extremidad?

No iba a permitirlo y estaba dispuesto a rebanar todo mi cuerpo antes de permitirlo.

Cambie la estrategia, ahora tome la navaja con la mano izquierda y realice exactamente el mismo corte, pero ahora en el brazo derecho. Sorpresivamente no vi ningún gusano, seguían escondiéndose de mí.

Y ahí estoy, parado desnudo; ya no estoy mojado en sudor, lo estoy en sangre, sangre de mis propios brazos que acababa de rebanar abiertos, los huesos se veían y solo los deje caer a los costados para volver a verme en el espejo fijamente.

No sentía dolor de las cortadas, sentía dolor de los gusanos, gusanos dentro de mí comiéndose cada parte viva que me quedaba.

Ahora el baño también olía a carne podrida, el olor que salía de mis poros. Pero no me moví.

De pronto, tal y como se escuchan los vidrios de una ventana cuando está nevando y todo está en silencio; un crujir tenebroso rompió el silencio en el que me encontraba y escuche “Hola”.

¿Quién está ahí? – me exalte a decir en voz alta.

Hace mucho que no nos hablábamos, ¿no crees?” – me contesto.

Me derrumbe al suelo y golpee mi cabeza contra el suelo; mis brazos no dejaban de sangrar pero por fin, los gusanos habían dejado de moverse dentro de mí.

Todo empieza a regresar a mi cabeza; como una presentación de fotografías en donde entran de una por una, primero borrosas y mal enfocadas y después van aclarándose conforme se acercan. Asi paso en mi cabeza.

Las voces – grité.

“Somos nosotras otra vez, ¿No te alegras que hayamos regresado?” –dijeron

No era la primera vez que las escuchaba, empecé a recordar como esas voces habían sido las únicas amigas que tuve en la infancia, a quien solía platicar mis problemas en la adolescencia y con quien había firmado pacto de quedarme por siempre.

Recordé de pronto ese día, hace una década, cuando estaba sentado en un parque, viendo como un joven; Andrés, que pateaba su pelota azul y corría bajo el sol tras ella.

Ahí fue la primera vez que las escuche, hace una década que no volvían a iniciar una conversación conmigo con un “Hola”.

En ese momento fue la primera vez que las voces, empezaron a explicarme como los gusanos empiezan a comerte incluso estando vivo, me explicaron cómo es que en ese joven, tan lleno de vida y con tantas energías era ya un banquete de gusanos aunque él no lo supiera.

Me acerque a Andrés; le sonreí y me sonrió.

Yo no sentía nervios, tampoco entusiasmo, menos excitación. Era como si lo que estaba haciendo no hubiera sido yo, como si mi cuerpo hubiera sido solo el transporte por medio del cual Las voces se acercaron a él. Andrés, un joven de 20 años me sonrió y se sonrojo cuando aceptó la invitación.

Supongo ahora que él estaba atraído hacia mí; seguramente pensó que yo era como esos tipos raros que hacen cosas que no debieran. No lo soy.

Nos fuimos a mi casa, la misma en la que estoy ahorita desnudo sangrante y siendo comido por los gusanos.

Él era un joven semi atlético, muy bien parecido. Con tez blanca, cabello negro, cejas pobladas y ojos profundos. De esos de los que las chicas de hoy morirían por tener.

Entro a mi casa y yo no dije ni una sola palabra. Solo lo observe.

¿Te vas a quedar ahí parado o vamos a hacer algo? – me pregunto.

¿Algo de qué? ¿De qué hablas?; de manera instantánea se quitó la playera, una playera gris con unos shorts negros fue su outfit de ese día.

Las voces me pidieron que en ese momento lo llevara a la cama, no sabía a qué y estaba muy confundido; era la primera vez que iba a la cama con alguien.

Una vez en la habitación, Las voces me pidieron que tomara su cuello con mis dos manos he hiciera presión, mucha presión. Me negué. Le dije que eso iba a impedir que siguiera viviendo; Las voces me contestaron que él ya estaba muriendo y que me lo iban a demostrar.

Accedí.

Ahora el cuerpo de una persona yacía sin movimiento en mi cama, Andrés, conocido por su buen parecido y su hiperactividad era ahora un manjar para los gusanos quienes ya habían empezado a comérselo por dentro.

Las voces me pidieron que trajera un cuchillo y cortara su cabeza; me dijeron que solo por ahí es por donde los gusanos iban a salir y a buscar alguien más. Dijeron que debíamos de salvar a Andrés de los gusanos, nuevamente accedí.

Corte su cabeza y la sostuve en mis manos. La vi a los ojos, ojos profundos que habían quedado abiertos cuando su cuerpo había dejado de respirar.

Las voces me dieron indicaciones precisas de lo que debía hacer, de cómo debía de acomodar el cuerpo, en qué posición de la cama iba a quedar. Las voces decían que ahora, Andrés estando libre de los gusanos era que iba a empezar a vivir. Me pidieron que lo observara y lo hice; “¿Vez como hace las cosas como estando con vida solo que ahora sin gusanos?” – dijeron.

Si, sus especificaciones tenían sentido. Había librado a un ser humano de los gusanos que se lo comían y lo condenaban a morir, ahora podía vivir en paz.

Tome fotografías y las guarde en mi ordenador en una carpeta a la que titule con su nombre.

Lo mismo pasó con Roberto, con Carlos.

Ahora recordaba todo, recordaba como los había librado de los gusanos; recordé como los acomode a cada uno para que estuvieran completos, sin gusanos. Recordé también que Las voces me pidieron que los fotografiara para guardar pruebas de las personas a las que ayude como un exterminador de gusanos; dijeron que un día alguien lo reconocería. También hice escribí historia de cada uno, los use como personajes para mis novelas, Las voces también dijeron que un día triunfaría como escritor si usaba a mis salvaciones como personajes principales.

Caí sobre mis rodillas, cada vez más pálido por la pérdida de sangre; mis brazos seguían abiertos al hueso, ahora mis piernas también estaban llenas de sangre, el torso, todo de los hombros para abajo era como una mancha roja de sangre. Me estoy muriendo.

Las voces me explicaron que no iba a morir, sino que estaba listo para vivir sin gusanos. Que iba a empezar de nuevo y también dijeron que Ellas me iban a cuidar.

Cerré los ojos hasta que no supe de mí; perdí el conocimiento en su totalidad, mientras esto pasaba vi como una nube de humo blanco me rodeo, después el humo se oscureció y termine en medio de una nube negra; estaba muy asustado por que no podía oír las voces. ¿Dónde están? – grite.

Al fin pude abrir los ojos, sentí que estuve inconsciente por muchísimo tiempo, tanto, que creció mi barba, mi cuerpo dejo de estar desnudo; supuse que Las voces me habían ayudado a ponerme algo de ropa mientras estaba inconsciente.

Enderece la mirada, la pared esta esponjada, suave. Como una almohada en las paredes, comencé a ver a todo mi alrededor y nada era diferente. Todo estaba cubierto por esta almohada blanca con olor a plástico. Como cuando algún objeto nuevo está envuelto en plástico dentro de una caja; exactamente el mismo olor que se emite cuando abres la caja es el mismo al que olía toda la habitación.

¿Dónde estoy? – grite muchas veces desesperado.

¡Un momento! –me paso por la mente. Quise mover los brazos y no pude, ¿Los perdí?

Las voces me dijeron que estaría bien si sacaba a los gusanos de mis brazos y también dijeron que todo estaría bien. ¿¡No tengo brazos!?

Me lance contra la pared con todas mis fuerzas, al fin había almohada y si todo iba bien la pared abriría un hueco que me dejara ver donde estoy.

Eso no paso, la pared ni siquiera pareció sucumbir, pero sentí mis brazos. ¿Qué pasa? Nunca antes había estado tan confundido y a Las voces parece no interesarles por que no se han escuchado.

Después de varias horas de lucha, me canse.

Y aquí estoy, sentado en el centro de una habitación con paredes de almohada; estoy maniatado con las mangas de una camisa que creo que está atada a mi espalda. Estoy vestido completamente de blanco y en la puerta, una pequeña ventana de 20x20cm por donde no puedo ver a nada ni a nadie.

¡Déjenme salir! ¡Necesito ayudar! ¡Marylin está viva! ¡Ayude a Marylin a deshacerse de los  gusanos! ¡Yo puedo ayudar a quien vive con gusanos! ¡Déjenme salir por favor!

“Tranquilízate, pronto estarás bien para salir de aquí y ayudaremos a más personas a deshacerse de sus gusanos”

Fue el último que escuche de Las voces y las espero con paciencia.

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*Esta carta fue escrita por un paciente del área de psiquiatría.

El paciente fue acusado de 3 homicidios y calificado como asesino serial. Se le declaro inimputable y se le interno en un hospital psiquiátrico. Después Marylin, o Maria Liliana como se llamaba realmente; era una paciente del Síndrome de Klüver-Bucy que compartía con este individuo el hospital psiquiátrico.

Marylin fue asesinada por este hombre; fue declarado nuevamente como inimputable pero se tiene aislado dentro de un pabellón de seguridad, ha sido confinado a pasar ahí 365 días del año desde hace 8 años. Se le considera un paciente de Alta Peligrosidad. Esto es lo último que se le ha permitido escribir.

FIN.

John Winehouse

El análisis psicológico de Batman.

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El legendario súper héroe de películas infantiles fue mi inspiración.

Lo que más me gusta de Batman (aunque no soy fan) es el hecho de que es humano, ¡sí!, ES HUMANO, como tú y yo, aunque podría apostar que en estos momentos no está de asalariado como nosotros, es humano.

 La diferencia entre él y nosotros es que es multimillonario, como para pagar un mayordomo que podría asegurar dentro de sus funciones esta entrar al baño después que Batman, aspirar un buen buche de aire y disfrutarlo.

Además de pagar la súper mansión, el batimovil que sale del suelo del sótano en cámara lenta muy fashion y presume cada centímetro del mismo.

A y por supuesto, el jotisimo uniforme que nunca se ensucia / rompe / maltrata / arruga y plus a esto, nunca se “aguada” siempre deja ver el por qué el doctor dijo “es niño” cuando salió del vientre.

En fin, son pequeños detalles que nos diferencian.

 Aun así no puedo decir que no me agrada, es bastante interesante y más, cuando se busca el análisis de la cabeza de Batman.

 Describámoslo un poco, Batman es;

 Inmaduro:

Si, definitivamente es humano. Comparte con el 20% de la población la personalidad inestable que los caracteriza.

Tiene una manera muy infantil de relacionarse, al menos con la Batichica; a diferencia de con el Robin (en lo sucesivo, léase en tono despectivo como “El Robin ese”), única persona con la que ha conseguido una relación duradera.Imagen

 Sufre de estrés postraumático:

El tipo está anclado a los ocho años, cuando vio morir a sus padres.

El pedote que no hizo entonces le produjo el estrés postraumático, algo que el 15% de los humanos sufre cuando han pasado por algo similar.

Sigue anclado a cuando era niño, costumbres que no lleva a cabo, al menos con el Robin.

 Superdotado:

No mis queridos lectores; hasta hoy nadie sabe lo que realmente hay debajo de ese traje; yo hablo de su coeficiente.

Una sobre dotación de coeficiente que se da en una de cada mil personas, pues que creen, el la tiene (otra de las cosas que nos hace diferentes, evidentemente).

De lo demás; pregúntenle al Robin.

 Depresivo:

En cada episodio tiene su rachita de depresión, tan humano como el 30 % de población que sufre de esto y que en cualquier momento, muchas veces sin razones aparentes, se dispara.

Solo se le ve feliz cuando esta con el Robin.

 Obsesivo:

Su afán de venganza nace de una personalidad obsesiva como todo humano.

Casi se putea al Robin y mata a la Hiedra Venenosa cuando andaban de cuscos y cochinos.

 Moraleja;

El Batman es tan humano y tan marica como cualquier otro.Imagen

 

John Winehouse

En algún momento, en algún lugar, en algún corazón.

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Una vez, conocí a un niño que parecía tener una personalidad autista; de esos personajes que prefieren una vida en silencio antes que una conversación sin sentido.

 Siempre sintió que poca gente lo iba a lograr entender a lo largo de su vida, no porque fuera mejor o superior, pero por que no lograba, por más que se esforzara ver la vida de la forma en la que le enseñaron.

 Siempre le gusto perderse en un buen libro, en una melodía, o en la pared de su cuarto. Creando amigos con la sombras, platicando cosas que ni el mismo entendía, soñando con volar junto con un ave que emigra a lo largo del continente.

 Un día logro sentir el aire en su rostro, fue cuando se dio cuenta que todo lo que podía imaginar era posible que sucediera.

 Después de ese día todo era imaginación, y todo era diversión, aunque siempre ante los ojos del público, y las voces susurrando “está loco”.

Nunca le importó o tal vez nunca se enteró.

 Lo más difícil fue explicarles a sus maestros que tanto le gustaba correr en las páginas de un libro, pero nunca en los que un niño llega a disfrutar, sin presunciones, solo realidades.

 Correr, volar, nadar en el océano pacifico, ángeles en la nieve del polo norte.

 Un día descubrió que tanto disfrutaba ver el fondo del océano, nadar entre sirenas y conocer Atlántica.

Los días pasaron, su imaginación creció junto con los años recargados en su espalda.

 Ahora, mientras trabaja, mientras camina, mientras da una exposición de administración, camina sobre el mar mediterráneo en compañía de Jesús preguntando y admirando; de pronto, el monte Everest no luce tan alto.

 Sus almas gemelas parecen entenderlo, pero siempre le dicen que llega tarde.

¿Tarde? La mente llega cuando tiene que llegar, sin conceptos trillados de libertad.

 Su concentración parece fallar a según las personas a su alrededor, pero cada detalle es ilustrado con acuarelas para ser pintado incluso sobre la muralla china.

 El cansancio se ve desde lejos, pero nadie sabe lo que es correr sobre los andes.

 A veces sueña que tiene insomnio, pero aprovecha para nadar de nuevo.

 Canta y baila sobre las nubes, ama lo que tiene, lucha por lo que no y ama a los que brincan al mar de letras con él sin salvavidas.

 Su apariencia ha dejado de ser de un niño y los años empiezan a notarse, pero en su mente abraza las sombras detrás de la puerta como cuando bebe abrazaba una almohada.

 Una puesta de sol puede ser la obra de arte más grande que el mundo ha visto y que pocos han disfrutado viendo los colores que ve y la música que el escucha en ese anochecer.

Hoy se la pasa nadando en libros, que lo transportan al universo y no siempre lo traen de regreso.

 Además, se pasa las horas, escribiendo un blog para la Web, solo con la ganas de imaginar y volar.

En algún momento, en algún lugar, en algún corazón. Estoy aquí.

 

John Winehouse

Nuevo libro.

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En estos momentos empiezo a leer un libro del que me acabo de hacer acreedor; Un saco de huesos de Stephen King.

Hace ya algo de tiempo que no leo nada de mi escritor favorito, ósea el.

Lo último que había leído de él, es una historia muy corta, de un hombre que de pronto despierta y forma parte de una empresa, aquí en México como lo conocido como maquiladora, de esas que tiene líneas de producción.

El tipo ve como son muchos hombres en las líneas, no solo él; la producción que están realizando son armas, armas y más armas. Él no sabe quién es, ni por qué está trabajando en eso.

Decide salirse, irse y romper con eso que no tiene sentido para él.

De la misma producción de armas que están realizando, toma una y sale del lugar. Ve como muchos policías lo siguen y tratan de detenerlo, usa su arma.

Al salir del lugar en el que estaba la producción, se hace un tiroteo para detenerlo, lo matan.

Al final, dos de los oficiales están junto al cuerpo y comienzan a charlar, uno de ellos le dice al otro “cada cierto tiempo sale uno, que cree que es humano”

Llega la ambulancia y se lo lleva, cuando da la vuelta, los oficiales leen que dice “Ambulancia de Robots”.

Honestamente me gustó muchísimo como la mayoría de los libro de SK.

Lo recomiendo 100%, en cualquiera de sus publicaciones.

He leído críticas que lo comparan eh incluso dicen que se ha “robado” las obras y el estilo de Lovecraft; en lo personal no lo creo así. Lovecraft es también uno de mis escritores favoritos (nótese que me gustan los libro de terror y suspenso); pero ambos me parecen completamente diferentes, basados incluso, en el tipo de lo “sobre natural” de lo que escriben.

Para iniciar con lecturas de SK, recomiendo siempre “El superviviente”; Imagenme parece un libro estupendo y es en cierto modo, la manera de entender a primera instancia los escritos de SK y de enredarse en sus hojas. Fue el primer libro de SK que yo mismo leí y desde ese momento, no pude separarme nunca de sus escritos.

Podría hacer recomendaciones de algunos otros autores que me parecen geniales, pero este post es dedicado solamente a Stephen King.

Después de haber leído algo pequeño y termino medio como “El Superviviente”, recomiendo leer “Carrie”; otro estupendo libro con muchísimas completas frases escritas “entre líneas”.

ImagenCarrie me parece un libro extremadamente inteligente, unas miles de cosas, no escritas, descritas completas pero entre líneas.

Todos los demás libros de SK están geniales igualmente, así que sugiero que si ninguna de mis recomendaciones pareciera agradable, Google todo lo sabe; busquen opciones y comiencen.

A correr, cada que se lee un libro, se corre, se nada, se vuela.

¡No se limiten!

Amor y buena vibra.

John Winehouse

El sexo y el Narcisimo.

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En un caso muy reciente, por no decir de hoy mismo, estoy leyendo muchas opiniones de diferentes personas sobre temas extremadamente importantes, por lo menos, lo que es importante en estas épocas.

Un muy famosa tuitera, @G_a_b_s ha tuiteado #HoroscoposdeGabs refiriéndose solamente al sexo según el signo zodiacal. Al mismo tiempo, otro tuitero famoso @sexductor habla del Narcisismo.

No los culpo, lo que vende el día de hoy es el sexo y todo lo relacionado.

Lo que me decepciona es ver las opiniones de los participantes en las “dinámicas”, todos con una opinión burda y aburrida de lo que Wikipedia les enseña no más de dos minutos después entrar y loggearse en su buscador.

En mi opinión del primer caso, las personas, sin importar su signo zodiacal gustan del sexo, todas, sin excepción alguna.

Los consejos según el signo zodiacal que dicen “Véndale los ojos” “Pásale un hielo por el cuerpo” “sorprende su vida sexual con un cambio”; todo ese tipo de consejos, aplican para cualquier persona sin importar su signo zodiacal, su estado marital o su fecha de nacimiento.

A todos, TODOS, sin excepción, les gusta añadir un poco de pimienta a su relación, y su cuerpo reaccionara con la misma excitación sin saber cuáles fueron o de donde vinieron los consejos.

Mi sugerencia al respecto es el de llevar una vida sana, complementada con el ambiente sexual si así lo consideran conveniente. El sexo es uno de los mayores placeres de la vida, como comer o dormir.

A estas alturas, existen muchísimos métodos para poder llevar una vida sexual activa, sin limitantes, pero segura. Por ejemplo, cuando duermes, no lo haces sobre una cama de clavos ni sobre vidrios rotos; cuando comes, no te alimentas de comida en estado de descomposición ni lo haces en un lugar donde la comida pudiera estar infectada de bacterias o virus.

Pues así, exactamente lo mismo. La implementación de una vida sexual sana es siempre, siempre realizar sexo seguro. El sexo con protección (de cualquier tipo) no se siente lo mismo, al final, no estas preocupado ni con temor a pruebas positivas.

En el siglo XXI, todavía existen muchos tabúes al respecto, lo que resulta casi increíble. Me ha tocado escuchar, en algún momento de mi vida llevando a cabo el programa de radio web “Sexo y Música”, hombres y por muy increíble que parezca MUJERES en contra del uso del condón.

A los hombres como si les quitara virilidad y a mujeres que “no sienten lo mismo”; con una disculpa lo digo, QUE ESTUPIDO SUENA ESO.

Los métodos anticonceptivos “de barrera” son los únicos que previenen la transmisión de enfermedades sexuales, los demás, solo embarazos no deseados.

Aun y cuando cuenten con una pareja estable, hablo solamente de esposos(as) para la correcta exploración de su sexualidad deben utilizar métodos anticonceptivos de barrera. Esto permitirá a la pareja no sufrir de ningún tipo de contagio infeccioso que no necesariamente tendría que ser VIH.

Si no se cuenta con una pareja estable (en donde haya fidelidad), la utilización de este tipo de métodos anticonceptivos debería ser reglamentaria.

Este tipo de puntos son los que también deberían tocarse aun y antes de aconsejar la exploración de la vida sexual del individuo.

Con respecto al narcisismo, tengo una visión diferente a lo que han estado publicando.

No creo en la existencia real del narcisismo. Reconozco que es una patología, pero para mí, es inexistente.

El narcisismo es amarse a sí mismo de una forma iracunda y arrogante, creerse superior a los demás y creer que es el YO quien todo lo merece, el mundo no es digno de respirar el mismo aire; pero aun así, a quienes personalmente he visto y que son calificados (as) como Narcisistas, necesitan la aceptación y amor de un tercero. Lo siento si mi cabeza no lo puede procesar pero me hizo corto circuito esta información al ser dos opciones contrarias pero simultaneas.

El narcisismo real, debiera ser proporcional a la inhabilidad de socializar o tener una empatía amorosa con alguien.

Si esto ocurriere, entonces sí, el Narcisismo seria por mi considerado como una conducta psiquiátrica autodestructiva que debería ser tratada.

El resto, las personas que pudieren escudarse en “Estoy enfermo, soy Narcisista” pero que viven rodeados de personas, amigos, pareja, etc.; me resultan extremadamente hipócritas, arribistas y oportunistas a la vez.

Logro definir lo siguiente: Para mí, el narcisismo es realmente una enfermedad psicología y sociópata que debería ser tratada con toda oportunidad; personas que han sufrido una acción terrible o un trauma, por lo que generan este “modus vivendi” como un modo de sobrevivir a la sociedad deberían ser tratados con una terapia psicológica en donde puedan ver y reconocer que el centro del Universo es todos, menos el YO.

El resto, son solo hipócritas con un autoestima por los suelos, por lo que jugar al “yo-yo” resulta más sencillo que el explicar cómo es que el alma, la mente y probablemente el cuerpo se les fue vaciando y que ya no tienen nada que compartir.

Esta segunda es también una “enfermedad” curable y tratable; si las personas que lo sufren se dan cuenta de la realidad pintada en la que viven, buscaran entonces el vivir plenamente una realidad compartida. El golpe dolerá, eso he visto, pero deberán intentar llenarse nuevamente, esto solo ocurre con la habilidad de escuchar, con la habilidad de leer, con la habilidad de entender.

La verdad absoluta no nos pertenece a ningún ser humano, ni tampoco la conocemos; debemos entonces de tratar de comprenderlo todo escuchando.

Cuando crees que lo sabes todo, no es posible que escuches y entiendas las opiniones de los demás por lo que tu opinión, pequeña o grande, se mantiene siempre en el mismo tamaño, con las mismas virtudes y los mismos defectos que siempre. Sin embargo, si escuchas en lugar de hablar, podrás analizar nuevamente tus opiniones, agregar o remover lo que no te convenza y hacer una opinión “más grande” o por lo menos más informada.

En conclusión, la vida del ser humano es como un costal, donde vamos guardando cada momento, cada detalle, cada aprendizaje, cada palabra de aliento.

Un día, cuando nos toque vaciar este costal de cosas de vida, quiero tener el costal más gordo, más grande, donde haya aprendido y guardado más cosas, haya tenido más experiencias sexuales sanas, donde haya sido colchón y almohada de llanto, donde haya sido quien levante a los hombres cuando sus piernas se derrumben al suelo, el hombre a quien armaron nuevamente cada vez que se rompió y aprendió de ello, que lloro, que grito, que se bañó en la lluvia.

Del alma más inocente, del árbol más seco, el día más frio, del niño más chico, se tienen muchísimas cosas por aprender, de esas que realmente valen la pena.

John Winehouse

El inicio.

El día de hoy inicie en WordPress, nunca antes había sentido siquiera curiosidad por generar un blog de esta clase.

Antes, hace algo de tiempo, yo fui el administrador de un blogspot; le perdí interés con el tiempo y con la misma magnitud, la gente dejo de interesarse por Blogspots (sin ofender a la creación).

Hoy he tenido nueva necesidad de compartir mi vida y mis ideas con Ustedes nuevamente. Después de lo vivido últimamente, tengo muchas cosas en la cabeza y el tiempo para distorsionarlas.

Gracias por adelantado por que supongo que me darán la oportunidad de formar parte de su día a día y que en un momento seré “eso” que no pueden dejar de leer.

¡Los amo!