Laura era una joven impresionantemente bella; joven y bella.
Vivía con sus padres y con sus hermanos, Laura era la mayor de 4 hermanos; todos con una belleza inexplicable. Laura tenía solo 24 años de edad, Leonor 20, Luis 12 y Leonardo 2.
Nadie se explicaba por qué sus padres habían dejado pasar tanto tiempo para la concepción de su último hijo varón, evidentemente nadie se animaba a preguntar pero era una incógnita para la mayoría que se despertaba después de ver la belleza de cada uno. Teniendo hijos como ellos, la mayoría se apresuraría a tener muchos y armar la colección de bellezas dentro de la casa.
Laura había tenido una infancia sin eventualidades, nada fuera de lo común que se vive en estos días.
Cuando tenía apenas 10 años, su padre, Luis, había tenido que salir de viaje según lo que ella sabía. Lo que nunca supo fue que su padre había sido convocado, si puede llamársele así, por el ejército nacional para apoyar en la lucha contra el crimen organizado.
Luis había sido convocado por su historial laboral; había estudiado en una escuela militar con especialidad en inteligencia. Nunca había sido autor de ningún asesinato, había estado sentado frente a una computadora realizando análisis de ataque y tomando decisiones de inteligencia. Fue calificado como un hombre con coeficiente intelectual por arriba de lo normal, capaz de tomar decisiones por si solo y de tutorarse a sí mismo.
Había tenido junto con todos las mismas enseñanzas dentro del ejercito; lo habían ensenado a matar como a todos los demás pero nunca había tenido necesidad de entrar al campo de batalla, mucho menos de cometer algún asesinato, ni siquiera por ganar la guerra.
Después de 4 años Luis regreso a su casa con su familia, Laura, quien apenas contaba con 14 años no había entendido nada de lo que había pasado. Su familia ahora estaba completa y además, gozaban de un estándar económico por encima de lo normal; podía despilfarrar el dinero sin contemplaciones.
Los quince años de Laura fueron impresionantes, gastaron más de lo que una familia de nivel medio-bajo gasta en seis meses en alimentos y vestido para todos sus integrantes.
Laura creció como una niña malcriada, mimada y narcisista. Su padre siempre la llamo su princesa.
Hace dos años, Leonor, la hermana de Laura, conoció a un chico llamado Enrique. Después de un tiempo de cortejos y amabilidad innecesaria (creo yo) formalizaron una relación. No había ninguna clase de truculencia al respecto. Se respetaban y Enrique incluso llevaba una excelente relación con el resto de la familia de Leonor.
Laura incluso formaba parte del círculo cercano de ambos, acercándose cada vez más a la relación de su hermana con Enrique.
Leonor nunca sospecho nada de las actitudes de su hermana, por el contrario, la creía una buena y mejor amiga que solo se preocupaba por su bienestar. Laura por su parte tenía otras cosas en mente. Su personalidad narcisista la obligaba a pensar en que ella es la que debía vivir lo que su hermana estaba viviendo, al final de todo, ella había sido siempre la princesa del cuento y su fama no iba a pasar inadvertida por su hermana; a costa de lo que fuere.
El tiempo paso y Laura había perdido interés en robar el foco de atención de un extraño (Enrique) y del resto de su familia; al menos pensaba que lo había perdido cuando su hermana empezó a tener problemas con Enrique. Evidentemente no era problemas graves, mucho menos motivos para hacer de esa relación un capitulo olvidado del libro de sus vidas.
En esos momentos la cabeza de Laura era como un motor viejo, que se había quedado estancado en sus ideales y observando como la vida pasaba por sus ojos pero ella seguía creyendo que un príncipe azul vendría en un caballo por ella y la sacaría de la miserable vida que llevaba. De pronto el motor viejo encendió de nuevo, como hacer click en un interruptor de luz.
Era el momento de actuar. Vestida provocativa y presumiendo lo que el destino le había otorgado como cuerpo, empezó a seducir a Enrique. De una manera que pasaba desapercibido ante los ojos de la sociedad pero no ante los ojos de su hermana.
Una semana tardo en voltear los papeles, bastante tiempo creo yo con la increíble belleza que poseía.
Un día normal, sin eventualidades Enrique estaba en casa de la familia de Leonor, sentado en la estancia del jardín, esperando a que Leonor saliera a verse con él.
Laura acelero el paso y salió primero. Hola – fue lo único que dijo.
Enrique respondió el saludo y al voltear a verla sus ojos casi salían de sus cuencas; Laura vestida increíblemente provocadora, un traje de baño azul, aparentemente se disponía a darse un chapuzón en la alberca del jardín.
Traje de baño azul de dos piezas, increíblemente pequeñas. Arriba un pareo blanco, transparente con unas cuentas brillosas blancas sobre él, el cabello negro como una noche sin estrellas, suelto por debajo de los hombros.
Estos días de calor, ¿Quién pudiera juzgarla?
Se quitó el pareo que de todas maneras no cubría prácticamente nada de una manera provocadora, inclinándose hasta sus zapatos para desabotonarlos y viendo a Enrique de reojo. La reacción de Enrique no fue diferente a la de ningún otro.
Laura camino hacia él, lo beso en la mejilla repitiendo el saludo. No se despegó rápido de él, y él tampoco lo hizo.
¿Así es como te gusta el cabello? – Le pregunto pasando la punta de sus dedos sobre el cabello suelto.
Tartamudeando Enrique contesto – Si, así.
Y, ¿Te gusta cómo se me ve a mí? – Pregunto Laura de nuevo.
Enrique no contesto nada, solo la observaba y sudaba por dentro. Era más que evidente la intención de ambos en ese momento.
De manera súbita e impresionantemente rápido, sin avisar, Laura metió su mano en la entrepierna de Enrique.
¿Ya se te paró? – le pregunto sonriendo.
No fue necesaria la respuesta para lo que era evidente. En repuesta, se dieron un beso impresionante y apasionado. Como esos enamorados en el jugueteo previo a tener relaciones sexuales. Laura sonreía por dentro pero alargaba más cuanto podía el beso.
De pronto el cerrón de golpe de una puerta los separo. Leonor había presenciado el beso y había regresado al interior de su casa, con el corazón destrozado, incrédula de lo que acababa de presenciar y con la boca seca como el desierto en días soleados.
Enrique dio un salto fuera de la silla en la que estaba sentado, verde de metal, y corrió hacia Leonor.
Laura tomo asiento en la misma silla y se sonrió. Lo había logrado.
Enrique entro rápidamente seguido de Leonor y en la sala de su casa, lo único que podía ver era la espalda de Leonor, cruzada de brazos, inmóvil.
Déjame explicarte – le dijo.
No tienes nada que explicarme, por favor, vete. – Contesto Leonor.
Enrique emitía sonidos inentendibles, caminaba como un león recién capturado dentro de su jaula.
Solo vete – dijo Leonor.
En el instante en el que Enrique dejo la casa, Leonor salió al jardín, era hora de enfrentar a Laura.
Por supuesto, no era para menos, Leonor la insultaba cada vez más y su voz elevaba el tono cada vez más hasta el punto de los gritos; Laura solo reía, carcajadas sarcásticas salían de su boca. Como la que obtiene lo que busca y se goza de ello.
Unos minutos habían pasado y Luis, el padre de ambas salió al jardín, alterado por los gritos y pregunto qué pasaba. Leonor entre lágrimas le explico lo que había presenciado hace unos minutos y reclamaba su lugar en esa situación. Laura solo reía.
Luis, en su coraje porque solo escuchaba las risas de Laura la tomo del brazo y bruscamente la trajo hacia él. -¿Qué te crees? ¿Por qué lo hiciste? ¿Eres estúpida? ¡Es tu hermana! – le gritaba.
Laura dio un jalón fuere de su propio brazo y se zafó de la mano juzgadora de su padre y lo golpeó en la cara. – No vas a decirme lo que puedo y no puedo hacer, además, ¿Qué te importa? – le grito de regreso.
En ese momento, Luis recordó en su cabeza el entrenamiento que había tenido muchos años atrás. Recordó como de un solo movimiento podía inmovilizarla, dejarla inconsciente e incluso hasta matarla.
No lo hizo, dejo que se terminara de soltar y la dejo ir.
Nunca hablaron de lo que paso, ni de la traición de Enrique, de la traición de Laura, o del golpe que le había dado a su propio padre al tratar de corregirla.
Laura, inicio una relación “formal” con Enrique, aunque por supuesto, no era bien recibido en su hogar y siempre sus citas tenían que ser fuera de ahí o donde nadie los viera.
Todo había seguido “normal”; parecía que el suceso había terminado y no había realizado repercusiones, al menos Leonor ya no hablaba de eso aunque en sus ojos aún se podría ver lo mucho que eso le había dolido, su hermana ya nunca volvería a ser lo mismo que era para ella.
Un día, caluroso y soleado, la madre de Laura había preparado un estofado bellísimo y estaban todos a la mesa.
Luis había empezado a comer como todos los demás, no antes de dar gracias a Dios por lo alimentos. De pronto, de un momento a otro Luis empezó a sentir un espesor raro en la comida, un sabor a fierro, un sabor muy seco y desagradable.
Lanzo el plato lejos de él y se levantó de la mesa sin dar ninguna explicación. Se fue a su habitación y se recostó en la cama.
Después de una hora aproximadamente, empezó a sudar, sudar mucho. Estaba acostado en su cama, tapado y con muchísimo frio. Ojeras pronunciadas y marcas de saliva seca en su boca.
Su esposa, apurada quiso llamar al doctor pero Luis se reusó; dijo que mejor esperaran más tiempo.
Luis supuso, en su cabeza, que la comida había estado envenenada.
Durante el paso de los días, Luis parecía estar dentro de un trance, nada de lo que nadie dijera lo podía convencer de que su familia no había tratado de envenenarlo y hacerlo morir. Nadie podía convencerlo de que nadie lo seguía y que nadie estaba pensando en entrar a robar a su casa.
Después de un mes aproximadamente, Luis hizo la instalación de un cable viejo y algo oxidado en el límite donde terminaba el portón de su garaje. Este mismo cable, estaba conectado a la luz y Luis alegaba que era para que cualquier ladrón se electrocutara antes de ingresar a robar a su casa.
El cable gris, estaba oxidado, viejo, corroído por el tiempo que había transcurrido antes de llegar a estar sobre el portón. Luis no tenía conocimientos como electricista, por lo que el cable no podía cumplir su cometido. Tampoco había nadie que pudiera convencerlo de que el cable era solo un esfuerzo inútil por mantener su casa a salvo. Parecía que alguien lo seguía todos los días y a toda hora de su vida.
En una ocasión, Luis recibió a Enrique en su casa, sin Laura presente. Empezó a contar con lujo de detalles como había sido que Laura lo había atacado a golpes.
Un día, sin motivos aparentes, Laura había empezado a golpearlo en la cara; él no había hecho nada más que solo tratar de cubrirse los golpes. Después Leonor, al ver que Laura no podía causarle ningún daño había empezado a golpearlo igual. Patadas y arañazos en todo el cuerpo había tenido como resultado el encuentro, además de insultos de todo tipo; ambas le habían hecho ver lo inútil que era y que había sido para ellas en todos estos años. También hacían alusión al por que su madre pensaba dejarlo y conseguirse otro, un hombre de verdad.
Mostraba cicatrices viejas que Enrique, aun sin conocimientos de medicina, podía deducir que eran cicatrices que habían estado ahí por años, los suficientes para transformar la cicatriz en algo solo superficial en la piel.
Enrique no creyó absolutamente nada de lo que Luis le había comentado esa tarde pero sentía la necesidad de hacérselo saber a Laura. Cegado por su amor por ella, no recordaba que ella era la que había golpeado a su padre anteriormente y arruinado la relación de su hermana; su felicidad entre otras cosas.
Cuando se lo comento a Laura, esta empezó a llorar y a tratar, entre palabras de decirle que era lo que estaba ocurriendo dentro de su casa.
Laura le explico que su papa se encontraba mal de salud, que se estaba convirtiendo en un monstruo y que parecía que todo le irritaba. Le conto también que Luis había golpeado a su mama; alegando que ella tenía amantes y que sus propias hijas, Laura y Leonor eran quienes le llamaban a sus amantes para que fueran a su casa una vez que él estaba dormido. El aseguraba que su esposa tenía sexo con ellos en el pasillo de su ventana en son de burla.
Era por ello que Luis había dejado de dormir. Una prominentes ojeras en sus ojos lo demostraban, llevaba ya casi 3 días sin dormir una sola hora, y otros días más durmiendo solo 3 horas intercaladas entre el día completo.
Laura empezaba a hacerse cargo de sus hermanos pequeños, incluso de su hermana a quien se había esmerado tanto en arruinarle la vida.
Luis no dormía, su esposa se pasaba los días curándose de las golpizas que le daba su marido y el resto de sus hermanos, pues ahí, viviendo día a día con el temor de que pudiera pasar un día de estos.
Después de un tiempo, Luis accedió a visitar un psicólogo. Este mismo se quedó sorprendido de la situación médica de Luis y lo re direccionó con un psiquiatra, un colega.
Empezó a tomar la terapia pero se reusó a toda costa a tomar los medicamentos; incluso alegaba que el doctor quería medicarlo para dormirlo y entonces tener el campo libre para tener sexo con su esposa, la madre de Laura.
El doctor hizo una cita con la madre de los niños para hablar sobre la situación de Luis; la señora había generado un trauma psicológico de dependencia hacia el por lo que no podía asistir sola a la cita, ni de broma. Laura fue con ella.
El diagnóstico del psiquiatra no fue para nada bueno.
Luis fue diagnosticado con TEPT, trastorno de estrés postraumático. En sus años recluido por el ejército, había sido participe presencial de muchos asesinatos, había sido también víctima de abuso sexual y físico a sobremanera de parte de hombres y mujeres.
Tenía lapsos de esquizofrenia paranoide cada vez más frecuentes. Todo esto había sido reactivado por la cachetada que le dio Laura, cuando le reclamo por haber arruinado la relación de Leonor.
Las recomendaciones del psiquiatra fueron recluirlo lo más pronto posible en un hospital psiquiátrico al considerársele como un peligro potencial para la vida de su familia.
Laura y su madre sabían que iba a ser imposible poder seguir con las indicaciones del psiquiatra; la única preocupación de su madre era que iba a ser de sus hijos si le pasaba algo a ella.
Lloro histérica al salir del consultorio, se desvaneció en el piso mientras los autos seguían circulando en la calle de junto. Laura, guardando todas las lágrimas que podía haber llorado, solo la levanto y le dijo que a sus hermanos nada les iba a pasar; que ella los iba a cuidar por sobre de quien fuera y que nada ni nadie los iba a poder tocar.
De todas maneras, ya hacia un tiempo atrás que Laura se hacía cargo de ellos. Honestamente nada les había faltado por este tiempo, su dedicación desmedida había impedido que sintieran la ausencia de sus padres.
Regresaron a su casa e hicieron como si nada hubiera pasado; no comentaron nada del diagnóstico a Luis, parecía ser mejor así.
Los días pasaron y no había novedades, al menos no malas.
Luis seguía ojeroso, seguía revisando su cable alrededor del garaje todos los días, seguía sin comer nada de lo que fuera cocinado por alguien que no fuera él.
Hasta ese día.
Luis empezó a rociar la casa, completa, sin importar los muebles con cloro. Parecía poseído por alguna fuerza sobrenatural que lo obligaba a hacerlo. Nadie lo tomo en cuenta, sabían que si lo contradecían podían generar una situación mucho peor.
Después entro a su habitación, nadie lo molesto. Después de un momento, Laura empezó a sentir un olor extremadamente fuerte saliendo de la habitación; un olor a azufre, un olor indescriptible que nunca antes había sentido. Fue a ver qué era lo que pasaba o si su padre seguía por lo menos con vida; para su sorpresa, el olor provenía de una mezcla de cloro y amoniaco, de ese que es común en los hogares para su uso, aunque no debiera ser así.
Luis había mojado todo el suelo con cloro directo de la botella, seguido de amoniaco. Ambos químicos habían hecho reacción uno con el otro y soltaban un olor impresionante además de un vapor blanco. Para mayor sorpresa, Luis llevaba en brazos al Leonardo, el más pequeño de sus hijos.
Alegaba que lo hacía para romper la brujería que su mujer le estaba haciendo; reiteradamente decía que a su hijo y a él no los iba a dañar con sus hechizos.
Laura como un demonio salto sobre el para quitarle a Leonardo, Leo como ellos le decían, de los brazos. Una mezcla así podía matar a un niño pequeño en cuestión de minutos.
La esposa de Luis, parada inmóvil en la sala de la casa, presente pero ausente.
Eres una inútil – Laura le gritó
Luis se tranquilizó y salió de la habitación, Leonor limpio todo lo que Luis había hecho en esas horas. El otro de los hijos en la sala, jugando un video juego que Laura le había comprado.
Llego la noche y Laura, con el cabello negro, suelto pero desarreglado estaba en el jardín, con los pies arriba de la silla y las rodillas a la altura de la cara, pensando.
Sirvieron la cena, aunque Luis no comida de lo que habían cocinado para todos, si bebía su vaso de agua que siempre cargaba con él, un vaso de vidrio, largo como para whisky.
En un momento de la cena, Luis se levantó a la cocina y su esposa se levantó detrás de él. Laura, viendo para todos lados con la cara de desesperación y pelo desarreglado que la caracterizo durante los últimos meses, saco de su bolsa del pantalón una pastilla, una pastilla mitad naranja y mitad transparente y abrió el plástico, soltando el polvo blanco de su interior dentro del vaso con agua de Luis.
¿Qué es eso? – pregunto Leonor. Laura solo le hizo señales de mantenerse callada.
Era una pastilla para dormir, aparentemente inofensiva y solo para que Luis lograra concebir el sueño que había perdido hace un par de meses.
El resto de la cena paso sin eventualidades ni discusiones clásicas entre los padres.
Era hora de todos ir a la cama. Extrañamente los padres seguían durmiendo en la misma habitación, Luis decía que así podía mantenerla vigilada y que los hombres no podían tener sexo con ella mientras él estuviera presente.
La pastilla hizo su efecto y cayeron dormidos los dos. El reflejo de la luz a través de su cortina azul llevaba a los rostros de los dos. Parecía un sueño placentero y de esos que tienen los niños pequeños después de un largo día de actividad física.
De pronto, entre las sombras, con un camisón blanco y el pelo desarreglado estaba Laura; viéndolos dormir tranquilamente pero con planes en la mente de perturbar su sueño. Tenía un cuchillo en la mano.
Sin pensarlo dos veces, atravesó el cuello de Luis. Lo atravesó por completo y enseguida, hizo lo mismo con su madre.
Tenía que hacerlo así de rápido para evitar gritos y escándalo que despertara al resto de sus hermanos.
Después, para asegurarse que había cumplido con su cometido; lo acuchillo, 26 y 14 veces respectivamente. Una sonrisa tenue y sarcástica se dibujó en su cara.
Con un gran esfuerzo, los llevo de uno en uno al jardín; imagino el esfuerzo que debió ser cargar a su padre que era 2 veces más pesado que ella. Los lanzo a la alberca a los dos y tapo esta misma con la lona azul. Era una tapa eléctrica, solo con un botón hizo que la lona se extendiera por encima de la alberca. Su crimen había quedado guardado ahí.
Regreso al interior de su casa y al cuarto de sus hermanos, los despertó a todos y los abrazó juntos.
Ya todo se terminó, vamos a estar bien y yo los voy a cuidar. – les dijo.
Al día siguiente el jardinero hizo el macabro descubrimiento de los cuerpos de Luis y su esposa. Naturalmente llamo a la policía.
Soy yo el psicoanalista forense asignado al caso de Laura.
Laura sufría de narcisismo patológico, además de un trastorno de megalomanía psicótico y había tomado el papel de madre para sus hermanos. Ella podía hacer todo lo necesario para cuidarlos, y, como buena madre, debía quitar de en medio a quienes ponían en riesgo la integridad de los hermanos; ahora sus hijos. Todos estos trastornos de la personalidad fueron herencia genética de su padre, Luis.
La alegué inimputable en el tribunal; incluso me habían informado que se acababa de desocupar una habitación en el pabellón de seguridad, el de María Liliana o Marilyn como la conocían, una psicótica que había sido declarada culpable de tres homicidios, había sido víctima de otro paciente llamado Mario un paciente de trastorno esquizotípico que alegaba haberla curado de “gusanos” al asesinarla y su habitación estaba ahora disponible.
El juzgado fallo que no era considerada como inimputable y tenía que cumplir con una condena de cadena perpetua al haber sido hallada culpable del crimen de homicidio múltiple con premeditación agravado por el lazo familiar.
Leonor cuida ahora de sus hermanos.
FIN
John Winehouse